En los primeros años del siglo XXI, la reelección de presidentes en ejercicio en América Latina era un lugar común entre los líderes de derecha e izquierda.
Pero pronto terminó el auge de las materias primas (principales exportaciones del continente), surgieron profundos problemas económicos, surgieron escándalos de corrupción y aumentó el malestar social (manifestado en varias oleadas de protestas), todo ello agudizado por la pandemia del coronavirus -19.
Entonces la tendencia electoral latinoamericana cambió: pasó a votar contra el establishment y dar espacio a la oposición. En 11 de las 12 elecciones presidenciales celebradas en América Latina desde 2019, la mayoría optó por un cambio de partido.
La excepción fue Nicaragua, pero sus elecciones, celebradas en noviembre, fueron impugnadas por algunos países y consideradas ilegítimas: Daniel Ortega fue reelegido por cuarto mandato consecutivo y todos los demás candidatos estaban en prisión.
“Hay un descontento generalizado con la clase política y el partido en el poder termina pagando la cuenta”, dice Paulo Velasco, profesor de política internacional en la Universidad del Estado de Río de Janeiro (Uerj).
Este cuadro de descontento podría completarse en 2022 cuando se programen tres elecciones en la región, dos de ellas en los países más poblados de Sudamérica: Brasil y Colombia.
horario y escenarios
La primera de las elecciones está prevista para el 6 de febrero en Costa Rica, con una posible segunda vuelta el 3 de abril entre los dos candidatos con más votos.
Entre los más de 20 candidatos registrados hay nombres conocidos como el expresidente centrista José María Figueres, la exvicepresidenta conservadora Lineth Saborío y Fabricio Alvarado, un líder evangélico de derecha que perdió ante el actual presidente Carlos Alvarado en 2018. Welmer Ramos, el candidato del oficialista Partido Acción Ciudadana, es otra muestra del descontento popular con los cambios de gobierno y pretende votar por debajo del margen de error en algunas encuestas de opinión.
Pero las dos elecciones que llamarán la atención en la región este año son, en orden cronológico, las de Colombia y Brasil. La primera vuelta de las elecciones de Colombia está prevista para el 29 de mayo (más de dos meses después de las elecciones parlamentarias de marzo), con una posible segunda vuelta el 19 de junio.
En medio de las protestas callejeras masivas de 2021 y varios desafíos económicos, la mayoría de las encuestas de opinión en Colombia apuntan al liderazgo del izquierdista Gustavo Petro, economista, exguerrillero y exalcalde de Bogotá que perdió su trabajo ante Iván Duque en 2018.
Un eventual triunfo de Petro significaría algo sin precedentes: un candidato de izquierda elegido presidente de Colombia. Pero podría haber un escenario diferente a la polarización izquierda-derecha de las últimas elecciones latinoamericanas. La derecha colombiana, encabezada por el expresidente Álvaro Uribe, se ha desmoronado tras el gobierno de Duque, y Petro podría tener que competir con un candidato centrista como el exalcalde de Medellín Sergio Fajardo, el economista Alejandro Gaviria y el exsenador presidencial Carlos Fernando Galán.
“Esa es una fuerte posibilidad: hoy no hemos asegurado esa polarización entre izquierda y derecha”, dice Patricia Muñoz, profesora de ciencias políticas de la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá.
Por otro lado, todo indica que en Brasil en las elecciones de octubre habrá un enfrentamiento entre el actual presidente Jair Bolsonaro (PL) y el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (PT), quien actualmente es el líder en intención de voto en la elección del 2 de octubre (con posible segunda vuelta el 30 de octubre).
Las encuestas hasta el momento no muestran grandes intenciones de voto para los candidatos de la llamada “tercera vía” como el exjuez y exministro Sergio Moro (Podemos) y el exgobernador Ciro Gomes (PDT).
¿’Ola’ desde la izquierda?
Cualquier victoria de Lula y Petro daría un nuevo impulso a la izquierda en América Latina, no sólo por el peso relativo de Brasil y Colombia en el continente, más Pedro Castillo en Perú, Xiomara Castro en Honduras y Gabriel Boric en Chile, en el caso particular de Nicaragua.
Sin embargo, los analistas descartan que ahora sea posible pronosticar una nueva tendencia regional como la que se dio en la primera década del siglo, cuando se consolidaron y reeligieron varios gobiernos de izquierda.
“Está surgiendo un panorama donde los gobiernos de izquierda son mayoría, pero no están siguiendo la misma tendencia y no veo una ola como en la década de 2000”, dice Velasco. Para él, es normal que los votantes se desvíen hacia la izquierda después de la decepción con los presidentes de derecha electos. “Si hubiera más gobiernos de izquierda en este momento, la derecha o el centro-derecha tenderían a ganar”.
El gran desafío de los gobiernos latinoamericanos sigue siendo satisfacer la demanda de mejores servicios públicos y seguridad social y menos desigualdad, temas con los que la izquierda puede estar más alineada. Sin embargo, en una América Latina con un crecimiento moderado (el promedio regional ronda el 3% según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe en 2022), presiones inflacionarias, mayor deuda pública e incertidumbre, la tarea será difícil de cumplir a través de la omicrón.
Algunos expertos también advierten que el malestar social podría resurgir con protestas populares en la región. “La mala o mala reacción de varios gobiernos de América Latina y el Caribe (…) ante las múltiples crisis actuales podría desencadenar una nueva ola de protestas sociales masivas y violentas”, sugirió el instituto intergubernamental con sede en Suecia Idea en un informe publicado en noviembre
Aunque la encuesta destaca que la democracia ha dado muestras de resiliencia durante la pandemia, agrega que “los ataques a los órganos electorales se han vuelto más comunes en América Latina”, tanto por parte de gobiernos como de la oposición en países como Brasil, El Salvador, México y Perú.
En este contexto, los ojos también estarán puestos en las elecciones brasileñas, luego de los ataques de Bolsonaro al sistema electoral (se retractó en noviembre diciendo que “había comenzado a creer en el voto electrónico”) y la acusación del líder brasileño de apoyar a Donald Trump con no hay evidencia de que hubo fraude en las elecciones presidenciales de EE. UU. de 2020.
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