En Chile, la Comisión Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas lo ha puesto en marcha debate una ley de “neuroderechos” que se incluirá en la constitución del país. El mundo y especialmente la OCDE, la UNESCO y las Naciones Unidas deberían observar de cerca.
El proyecto de ley chileno busca proteger el derecho a la identidad personal, el libre albedrío, la privacidad intelectual, el acceso igualitario a la tecnología que mejora las capacidades humanas y el derecho a la protección contra los prejuicios y la discriminación. La histórica ley sería la primera de su tipo y allanaría el camino para un marco normativo que proteja los derechos humanos manipulación de la actividad cerebral.
El concepto relativamente joven de neuroderechos sigue una serie de innovaciones médicas recientes, en particular la tecnología de interfaz cerebro-computadora (BCI), que tiene el potencial de revolucionar el campo de la neurociencia. basado en BCI terapia puede ser útil para la rehabilitación motora después de un accidente cerebrovascular y puede ser un método potencial para la detección y el tratamiento precisos de enfermedades neurológicas como el Alzheimer. Los defensores afirman que, por lo tanto, existe un imperativo moral para usar la tecnología, dados los beneficios que podría traer; otros se preocupan por las implicaciones éticas, morales y sociales.
Muchos ven este proceso (erróneamente) como potencialmente socavado por restricciones de gobierno apresuradas, o acusan la mención de mecanismos de frenado como una respuesta exagerada a un escenario de ciencia ficción poco probable.
Sin embargo, cuando tenga dudas sobre por qué es necesario establecer marcos regulatorios, debemos examinar no solo el ritmo de avance y normalización de las tecnologías disruptivas, sino también las medias verdades que permiten estos nuevos avances tecnológicos.
De manera similar al desarrollo de inteligencia artificial externa no invasiva, debemos encontrar formas de navegar por la compleja dinámica regulatoria que rodea la privacidad, la autenticidad de la responsabilidad, la equidad y la autonomía que existen a nivel humano, económico, social y geopolítico. Al hacerlo, debe dejar espacio para el avance de la ciencia y mitigar las expectativas falsas o inverosímiles de lo que podrían lograr las terapias potenciales.
Si bien estamos logrando grandes avances en el sector de la salud, debemos reconocer que los hitos innovadores se implementarán en todos los ámbitos y entrarán en los mercados de consumo comercial. Juegos de vídeo y autocontrol de la salud. Esto generará cantidades masivas de datos valiosos (algunos precisos, otros defectuosos) que estarán en manos de las empresas propietarias de esta tecnología, como: neuroenlace y núcleoquienes se beneficiarían de este acceso de forma similar a Google a través de su programa DeepMind.
Esta perspectiva plantea preguntas preocupantes sobre la gran cantidad de datos producidos por electroencefalogramas o dispositivos invasivos y recopilados por las empresas detrás de ellos.
Las preocupaciones sobre la protección, la accesibilidad y los monopolios corporativos son paralelas a las preocupaciones que algunas instituciones han expresado sobre los gigantes tecnológicos y la IA. La neurotecnología también pone de relieve la capa adicional de consecuencias epigenéticas, complicaciones neuropsiquiátricas y biohacking.
Por eso es tan importante el concepto de innovación ética. Como lo esboza el Iniciativa de neuroderechos Las pautas éticas establecidas por la Universidad de Columbia deben alentar a los investigadores y profesionales a reconocer la responsabilidad personal por la impacto social sus innovaciones. Algunos han ido tan lejos como para defender un conjunto de principios que rigen el uso legítimo y el mal uso de la neurotecnología, seguido de la redacción de una declaración de derechos de los usuarios.
Sin embargo, los marcos tecnológicos, aunque se han debatido mucho, han demostrado ser en su mayoría ineficaces en la práctica, incluso en los dominios principales de la IA y los datos que ya están dando forma a millones de vidas.
Por eso, el debate de Chile es un hito, no sólo en su propia jurisdicción, sino para el mundo.
A medida que se realizan nuevos avances en este sector y nos enfrentamos a una situación en la que experimentamos una dimensión adicional de datos que se divulgan y manipulan involuntariamente a través de métodos novedosos, debemos analizar la evidencia y las experiencias que ya nos ha proporcionado el Cuarta revolución industrial y para proteger nuestra autonomía humana y libertades civiles más básicas.
La ciencia en esta área aún es primitiva en este momento, pero puede hacer más daño que bien, especialmente si la ciencia continúa mezclándose con afirmaciones generales inexactas. Antes de que se pueda respaldar un uso seguro, debemos desmantelar las expectativas falsas y poco realistas de las terapias potenciales.
El debate regulatorio está en curso, pero la rápida aparición de tecnologías disruptivas ya ha dado como resultado el acceso a grandes cantidades de datos, el compromiso de la privacidad y la explotación del comportamiento humano. No cometamos los mismos errores con esta nueva, aunque joven, generación de tecnología intrusiva y manipuladora.
Este es un artículo de opinión y análisis.
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