América Latina está nuevamente hirviendo en una plétora de conflictos políticos, luchas internas para transformar la sociedad. Sin embargo, no son las revoluciones las que avanzan en este campo, sino los procesos institucionales desencadenados por intensas movilizaciones populares. Chile y Bolivia o Colombia y Brasil son ejemplos de una nueva era de cambios, pero también de dos caminos diferentes hacia un mundo más justo.
en Chile es instantánea social allanó el camino para una primavera de renovación en la política chilena, que culminó con la redacción de una nueva constitución que se votará el 4 de septiembre. Sin embargo, la divergencia permanece y el destino del nuevo texto constitucional parece incierto. O rechazo aparece como el resultado más probable después de la votación, frustrando las esperanzas de un Chile más social, feminista y plurinacional y teniendo en cuenta el espectro del pinochetismo.
Bolivia puede servir como un espejo para el futuro de Chile, un reflejo inquietante de los cambios profundos que traerá una nueva constitución. En 2009, la proclamación de una república plurinacional cambió fundamentalmente la geometría del poder político y los pueblos indígenas ganaron dominio en la vida política de Bolivia.
En todo caso, el camino a la constitución y el propio texto constitucional simbolizan un tiempo de cambio, transformación y rebelión contra los poderes económicos y políticos instalados. Hoy, los pueblos latinoamericanos reclaman nuevamente la independencia, y los chilenos emprenden este arduo camino para construir un nuevo Estado, un nuevo instrumento para representar y ejercer la voluntad del pueblo.
La disputa política también domina el debate público en Brasil, ya que el país está a punto de realizar las elecciones presidenciales más importantes de su historia reciente. Según encuestas recientes, el expresidente Lula tiene una clara ventaja sobre otros candidatos. La primavera está regresando a Brasil y el exlíder del PT representa claramente el espíritu de este período de reconciliación y reforma.
La izquierda brasileña también está considerando la posibilidad de abrir un proceso constituyente, pero esta discusión no se destaca en los discursos de Lula. El exjefe de Estado es un mediador incurable, un reformador inconformista que, ante una gran crisis institucional, no busca reconstruir las instituciones y radicaliza sus políticas. Lula quiere recuperar la legitimidad y la institucionalidad de la democracia brasileña que destruyó Bolsonaro.
El candidato del PT se parece a Gustavo Petro, el actual presidente de Colombia. Al igual que Lula, el titular colombiano está tratando de promover acuerdos y construir un capitalismo socialmente más justo sin cambiar fundamentalmente la estructura del poder político.
Los procesos constituyentes en Bolivia y ahora en Chile muestran el resurgimiento de una intensa lucha ideológica, pero la situación de Brasil o Colombia no deja de agudizar el clima político, la disputa por la conformación de la sociedad y el Estado. Hoy, América Latina vuelve a ser escenario de una lucha ideológica violenta y transformadora.
Para Europa, pero especialmente para Portugal, esta confrontación latinoamericana debe servir para repensar la política, para comprender las limitaciones del sistema político actual y para evaluar la necesidad de remodelar las viejas instituciones del continente europeo.
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