La victoria de Lula marcará un cambio importante en la política exterior brasileña. Durante la administración de Bolsonaro, hubo un intento de reposicionar el Itamaraty dentro de una lógica de inserción global diseñada desde la mente del gurú bolsonarista Olavo de Carvalho, quien murió ese año. El ex canciller Ernesto Araújo no pudo realizar un trabajo relevante y fue reemplazado con el tiempo por Carlos França a cargo.
La victoria de Lula marcará un cambio importante en la política exterior brasileña. Durante la administración de Bolsonaro, hubo un intento de reposicionar el Itamaraty dentro de una lógica de inserción global diseñada desde la mente del gurú bolsonarista Olavo de Carvalho, quien murió ese año. El ex canciller Ernesto Araújo no pudo realizar un trabajo relevante y fue reemplazado con el tiempo por Carlos França a cargo.
Thiago de Aragão, analista político
Durante sus dos primeros mandatos, Lula dejó muy claro que el liderazgo de la política exterior brasileña estaba más en manos del Partido Laborista que del ejecutivo. La política exterior de “dos hombres” de Lula se basó en Celso Amorim, quien dirigía desde el Itamaraty, y Marco Aurélio García, desde el interior del palacio, quien se desempeñó como el “canciller de facto” del gobierno de Lula.
La posición de Lula fue clara en 2004 de que el PT era tan influyente en la política exterior nacional. Al fin y al cabo, lo principal era mantener ocupado al partido con otro tema que no tenía impacto directo en Hacienda. Esto condujo a una situación un tanto paradójica, especialmente desde una perspectiva exterior: mientras había pragmatismo desde el Ministerio de Hacienda por un lado, la posición ideológica era más reconocible en la política exterior.
A partir de 2023, Lula ya no seguirá la política exterior como lo ha hecho en el pasado. Ciertamente la relación con países con gobiernos de izquierda será fuerte y relevante. En la región veremos un diálogo más sólido con Argentina, Venezuela, Chile y Perú, entre otros.
A diferencia del primer gobierno de Lula, el BNDES no pretendía desempeñar el papel de guía de política exterior. En ese momento, el banco de desarrollo jugó un papel decisivo en la búsqueda de influencia y liderazgo en la región. Las controversias sobre los préstamos a Cuba, Venezuela y Bolivia deberían presionar al gobierno para que mantenga al banco en un rol más doméstico.
Relaciones con Estados Unidos y China
La relación con EE. UU. será mejor a nivel presidencial, ya que Lula y Joe Biden pueden comenzar la relación desde cero. Es importante destacar que el volumen de relaciones entre Brasil y EE. UU. es amplio y continuo, independientemente de la postura entre los presidentes. En general, los acuerdos más importantes entre los dos países funcionan sin problemas a nivel burocrático.
Sin duda, tendremos una relación pública más amistosa con China. La relación entre el PT y el Partido Comunista Chino es antigua, con intercambios frecuentes. Esto facilitará el diálogo a ese nivel y agregará un aura de buena voluntad a las relaciones entre Brasil y China a nivel presidencial.
China sigue interesada en invertir más en Brasil, principalmente ofreciendo líneas de crédito al gobierno federal, con un enfoque en proyectos de infraestructura. Es de esperar que Brasil, como bajo los gobiernos de Lula, Dilma, Temer y Bolsonaro, siga rechazando estas líneas de crédito para no generar dependencia financiera a partir de la dependencia comercial existente.
OCDE y Mercosur
En cuanto a algunos objetivos macro de la política exterior brasileña, el gobierno de Lula no cambiará 180 grados. La inclusión en la OCDE es imprescindible, aunque ganó protagonismo durante el gobierno de Bolsonaro.
El acuerdo entre Mercosur y la Unión Europea debe ser ratificado por los países miembros del bloque europeo. Las políticas ambientales que son tan importantes para la comunidad internacional serán una parte importante de la historia de Lulaprincipalmente con el objetivo de mejorar las relaciones con los europeos.
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