A cinco meses de su victoria en Chile, que parece confirmar una nueva ola progresista en América Latina, el presidente de ese país, Gabriel Boric, corre peligro de perder una crucial batalla política que, de suceder, obligará a converger fuerzas para identificarse. como haber dejado de reflexionar profundamente sobre las formas de su restablecimiento tras la caída del Muro de Berlín. Me refiero a la votación de la nueva constitución chilena, prevista para el 5 de septiembre.
Sin embargo, el proyecto de nueva constitución chilena, que tiene el mérito de derogar el estado de derecho en el país andino desde el sanguinario dictador Augusto Pinochet, contiene propuestas que la mayoría de la población considera demasiado radicales, si hemos de creer las encuestas de opinión. Por supuesto, esto es un problema porque, como enseña la historia política de las naciones, siempre es prudente hacer grandes leyes que sean consensuadas.
Leyendo los periódicos de la región sobre este tema, me llamaron la atención dos aspectos del proyecto de una nueva constitución chilena: la transformación de Chile en un estado plurinacional formado por diferentes etnias, y el pluralismo jurídico, que prevé un régimen exclusivo de cada etnia. Estos son algunos de los puntos que, según las encuestas, la mayoría de los chilenos consideran demasiado radicales. Hace cinco meses, los chilenos respaldaron a Boric para que promulgara reformas en el país destinadas principalmente a borrar el legado maldito de la era Pinochet, pero el presidente parece querer llevar las reformas demasiado lejos.
La transformación de Chile en un estado plurinacional formado por diferentes etnias y pluralismo jurídico que prevé un régimen exclusivo para cada etnia. Estos son algunos de los puntos que, según las encuestas, la mayoría de los chilenos consideran demasiado radicales.
Las propuestas en cuestión me llevan a un tema que, en mi opinión, debe ser discutido principalmente por fuerzas progresistas que se autodenominan de izquierda, ya que es de su interés particular: ¿cómo imponer una mejor? ¿una agenda que ponga fin a las injusticias sociales creadas por el capitalismo y posibilite una reparación histórica que beneficie a todos los explotados, gobernados y marginados del mundo? El universalismo, como lo sigue defendiendo la izquierda, digamos, tradicional, o la identidadcomo sugiere la izquierda “posmoderna”?
voy a definir”identidad“, con Félix Duque, como “identidad tensada”. Lo cierto es que en la actualidad los lineamientos identitarios, vistos como la única manera de reparar la discriminación histórica y su persistente explotación, de la que son víctimas importantes grupos humanos, se han superpuesto a los tradicionales lineamientos políticos y Políticas societarias basadas en el universalismo y la idea de redistribución La pregunta que surge es: ¿Si estas políticas se transforman en una nueva verdad absoluta, eso realmente resolverá el problema de la explotación?
A dos semanas del referéndum sobre su nueva constitución, los chilenos parecen estar enfrentando este dilema. En mi opinión, las propuestas son convertir a Chile en un estado formado por diferentes etnias (como si por un lado esto no fuera una realidad fáctica y por otro lado como si estas etnias no hubieran convivido durante siglos, lo que inevitablemente los convierte en todos) y la adopción de sistemas jurídicos exclusivos para cada uno de estos grupos étnicos resulta de una concepción de la nación que, como diría Alain Finkielkraut, se basa en la idea de etnicidad. Por otro lado, lo diré, es una especie de segregación racial o de bantustinizacióncomo pretendía el régimen segregacionista de los bóers en Sudáfrica.
La idea me preocupa. De hecho, me cuento entre los que siguen creyendo que el universalismo es capaz de dar a todos la clave para luchar contra todas las formas de discriminación, ya que según él todas las personas son iguales. Ciertamente universalismo y comunitarismo podrán comunicarse y articularse, pero eso es otra cosa.
La izquierda “posmoderna” se equivoca al menos en este punto. Parece que Chile está a punto de enfrentar una realidad. Sin embargo, independientemente del resultado del referéndum constitucional en ese país, el debate debe continuar.
escritor y periodista angoleño
Director de la revista África 21
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