- Carlos Serrano (@carliserrano)
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El domingo 22 de mayo de 1960, Chile sufrió el terremoto más fuerte de la historia registrada.
Eran las 15:11 Durante unos 10 minutos, el país fue golpeado por un fuerte oleaje a lo largo de 1.000 de sus casi 5.000 kilómetros de costa del Pacífico.
Con una magnitud de 9,5, el seísmo liberó una energía equivalente a la de 20.000 bombas de Hiroshima y creó un tsunami con olas de hasta 25 metros que arrasó con la población costera.
Se estima que más de 1.600 personas murieron, 3.000 resultaron heridas y 2 millones quedaron sin hogar en el sur del país, según datos del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS).
La geografía de Chile ha cambiado. Hubo poblaciones que bajaron y otras zonas subieron varios metros; Un volcán entró en erupción y varios ríos cambiaron su curso.
La furia del terremoto se extendió por todo el mundo. Las ondas sísmicas sacudieron el planeta y lo hicieron vibrar durante varios días.
Mientras la tierra temblaba, se formó un tsunami en el océano que también golpeó la costa oeste continental de los EE. UU., Hawái, Filipinas y Japón, matando a más de 200 personas.
Impacto en la reducción del riesgo de desastres
“Era un monstruo planetario”, dijo Tom Jordan, entonces director del Centro de Terremotos del Sur de California, en un artículo en la revista científica Nature con motivo del 50 aniversario de la tragedia.
El gran terremoto de Chile, también conocido como el terremoto de Valdivia por la ciudad más afectada, sigue siendo considerado uno de los mayores desastres del país 60 años después.
Sin embargo, la hecatombe también dejó lecciones valiosas para la ciencia y la protección civil.
¿Qué pasó, cómo se sintieron sus efectos y qué datos dejó este terremoto para los científicos que estudian cómo tiembla la tierra?
un día trágico
Desde el sábado 21 de mayo, la costa chilena cercana a Concepción ya registraba fuertes sismos con una magnitud superior a 8, pero el gran sismo ocurrió al día siguiente.
A unos 160 kilómetros de la costa de la ciudad de Valdivia, la placa tectónica de Nazca se desplazó unos 30 metros por debajo de la placa sudamericana.
Este fenómeno, donde dos placas adyacentes se superponen, se denomina zona de subducción.
La fractura que provocó el cruce se extendía más de mil kilómetros de norte a sur entre las localidades de Lebu y Puerto Aysén, según el USGS.
La fricción entre las dos placas liberó siglos de energía acumulada y causó la mayor parte del daño en la región entre Valdivia y Puerto Montt.
Gran parte de la destrucción fue causada por las olas del tsunami a lo largo de la costa.
Ciudades como Puerto Saavedra quedaron completamente destruidas y otros lugares como Corral sufrieron severos daños.
El terremoto cambió la geografía
En Valdivia, la tierra se hundió 2,7 metros. En las afueras de la ciudad, varios ríos cambiaron de curso, algunas llanuras se convirtieron en humedales y se perdieron miles de hectáreas de campos cultivados y pastos.
“Ha cambiado drásticamente el paisaje”, le dice a BBC News Mundo Daniel Melnick, investigador del Instituto de Ciencias de la Tierra de la Universidad Austral de Chile y director del Núcleo Milenio Cyclo, centro que estudia el ciclo sísmico en zonas de subducción. en BBC- Español.
“Incluso en las afueras de Valdivia podemos ver postes de telégrafo en medio del río, cercas, muelles y caminos que están inundados”, agrega.
Con el tiempo, la formación de humedales también atrajo plantas y especies de aves desconocidas en el área.
En Maullín y Chiloé, el hundimiento del suelo “también fue brutal”, explica Melnick.
En otros lugares el suelo no se hundió sino que se elevó. La isla de Guafo, por ejemplo, se elevó cuatro metros. La isla de Guamblin, por otro lado, se elevó 5,6 metros.
El 24 de mayo, dos días después del terremoto, el volcán Puyehue hizo erupción arrojando vapor y ceniza a 6.000 metros sobre el nivel del mar.
Esta erupción de varias semanas se debió al movimiento de las placas que hizo que el continente se extendiera y abriera espacio para que se liberara el magma.
“Sería como quitarle el corcho al champán”, dice Melnick.
Después del terremoto, la superficie de Chile creció en el equivalente a 1.500 canchas de fútbol.
efecto global
El terremoto provocó un tsunami que se extendió por el Pacífico.
La fricción entre las placas sacudió el océano a una profundidad de 3.000 metros.
El más golpeado fue Chile, donde la forma de la bahía aumentó la fuerza del tsunami en algunas zonas, pero las olas también alcanzaron otras partes del planeta.
Quince horas después del terremoto, un tsunami azotó Hawái, provocando 61 muertos y graves daños en Hilo con olas de más de 10 metros de altura.
Las olas mataron a 32 personas en Filipinas y causaron daños a la propiedad en la Isla de Pascua, Samoa y California.
Fuera de Chile, a 17.000 km de distancia, el peor desastre ocurrió en Japón, donde 22 horas después del terremoto, olas de 5,5 metros azotaron la región de Honshu, destruyendo 1.600 casas y matando a 138 personas.
El planeta vibró
Chile está ubicado en lo que se conoce como el Anillo de Fuego, un área alrededor del Océano Pacífico que alberga algunos de los terremotos y erupciones volcánicas más grandes del mundo.
El terremoto de 1960 fue tan fuerte que sacudió a todo el planeta durante varios días. Incluso afectó la rotación de la Tierra, reduciendo los días a milisegundos.
“Estos cambios no son visibles para las personas”, dice Melnick, “pero los equipos de medición los notan”.
Lecciones del desastre
Pero los efectos dolorosos e impresionantes del terremoto también han dejado lecciones para los científicos que estudian estos fenómenos.
Por ejemplo, las vibraciones planetarias que generó nos permitieron comprender mejor cómo se propagan las ondas sísmicas a través de la Tierra.
El terremoto proporcionó las primeras pistas sobre las oscilaciones del planeta, que son útiles para una mejor comprensión de su estructura interna.
Comprender estas vibraciones también es útil para generar alertas de tsunami después de un terremoto.
De hecho, tras el gran terremoto de Chile en 1965, se creó un sistema de alerta de tsunamis que ha sido fundamental en la detección de tsunamis en todo el mundo.
El hecho de que el terremoto se remontara a una zona de subducción fue “revelador”, según Melnick.
Antes de este terremoto no se sabía cómo se producía un terremoto en una falla invisible.
El descubrimiento de que existen zonas de subducción “fue el descubrimiento de las placas tectónicas, uno de los mayores descubrimientos de la geología”, dice el geólogo.
Al estudiar estas zonas de subducción en diferentes partes del mundo, los geólogos pueden estimar que un terremoto gigante como el de Chile puede ocurrir aproximadamente una vez cada 300 años.
Los sedimentos dejados por los tsunamis en varias costas ahora también sirven como marcadores para que los geólogos identifiquen otros lugares que pueden ser propensos a grandes terremotos.
Pero para Melnick, además de las lecciones técnicas, también es muy valioso seguir recordando las historias del terremoto.
Según él, los testimonios de quienes vivieron el desastre sirvieron para desarrollar estrategias de sobrevivencia y preparar mejor a las nuevas generaciones.
Las historias de los ancianos que vivieron el terremoto de 1960 fueron de gran ayuda para que las nuevas generaciones comprendieran mejor cómo funcionan los terremotos y tsunamis, para prepararse mejor y cómo actuar ante un fenómeno inevitable e impredecible.
“El recuerdo del terremoto salva vidas”, concluye Melnick.
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