Este 18 de septiembre vimos ondear la bandera chilena en millones de hogares, edificios y espacios públicos. Chilenos y chilenas hacemos fiesta y celebramos a gran escala este símbolo, que es una de las cosas que aún compartimos y que nos da identidad.
Nos identificamos con “el tricolor”, nuestra “geografía local”, las fronteras conocidas, las empanadas y el vino tinto, la ropa interior, la copia y el himno nacional, pero eso no basta para una identidad común que nos una. Se necesita mucho más para construir un proyecto de Estado del que todos nos sintamos parte.
Los iconos deben estar equipados con contenido compartido. Chile y el mundo enfrentan una era cambiante. Esta frase no es sólo un buen lema, sino una realidad que aún no hemos afrontado con seriedad y decisión. Como ejemplos podemos citar las crisis climática y energética, la lista de tecnologías en nuestras vidas, la introducción de la inteligencia artificial en el sistema de producción e información, las migraciones masivas, la mejor comprensión de la diversidad de la humanidad, la concentración de la riqueza, etc. Lucha por el control de las materias primas.
Gestionar este período de transición representa un importante desafío social y político, pero en realidad quienes hoy hacen alarde del poder en sus diversas manifestaciones son miembros de grupos minoritarios en una agenda identitaria que no aborda los problemas reales de los que son responsables.
Es necesario que haya personas que puedan abordar los problemas de gestión más difíciles, pero es indispensable que sean capaces de sugerir formas de superar los desafíos de los tiempos cambiantes.
La sociedad chilena, consciente de esta necesidad, votó abrumadoramente a favor de una enmienda constitucional, cuyo primer intento fracasó y, en su opinión, el segundo, con el péndulo en el extremo, también estaba directamente condenado al fracaso.
Es un hecho agradable y una oportunidad el proyecto de ley que obliga a las instituciones educativas a enarbolar la bandera y cantar el himno nacional, que se está discutiendo en la Cámara de Diputados y Representantes y que ha recibido el voto positivo en la Comisión de Educación.
Una insipidez, mientras que el culto a Bandera puede traducirse en nacionalismo extremo, patriotismo, opinionismo, xenofobia, exclusión, aislacionismo y conflicto con el resto del mundo. O una oportunidad que, junto al proyecto de ley, desarrollemos el pensamiento crítico entre los estudiantes para defender, fortalecer y promover la democracia, la justicia, la libertad, la diversidad y la solidaridad como base de las relaciones entre chilenos y chilenas.
Espero que cada persona que tenga posibilidades de enfermarse trabaje duro para tener una bandera que nos una en valores cívicos y que la educación sea capaz de promoverlo.
Marcelo Triveli
Fundación Semilla
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