El resultado de las recientes elecciones presidenciales en Chile ha suscitado algunos debates al respecto. Pero una cosa parece ser central: ¿es la victoria de Gabriel Boric, un joven que lidera lo que se percibe como una plataforma radical, prueba de que ha llegado el momento de deshacerse de la democracia representativa? Por supuesto, nunca escucharemos al propio Boric decir eso, especialmente después de que logró ganar la batalla por la voz moderada contra su oponente Kast. En cambio, Boric enfatizó en su primer discurso que será un presidente que preservará la democracia y no la pondrá en peligro.
Pero la idea de la superación de la democracia representativa empieza a aparecer de diferentes formas en algunos medios latinoamericanos. Primero, por supuesto, en los círculos políticos del populismo regional. La forma en que los gobiernos felicitaron a Maduro y Ortega Boric refleja esta perspectiva. Incluso en Cuba se sugiere que Boric es un buen reflejo del hastío de la juventud con una democracia que no puede comer.
Otra forma que lleva a coquetear con la superación de la democracia representativa es señalar un análisis incorrecto de los resultados electorales. Y esta mala interpretación parece capaz de arrasar con los medios periodísticos progresistas, incluido el diario madrileño El País. Según esta halagadora interpretación, Boric ha cosechado un tremendo apoyo, el mayor de la democracia, que expresa el espíritu de las protestas de 2019 y le permite contar con una amplia base social para sacar adelante su gobierno.
En otras palabras, la victoria de Boric habría resuelto efectivamente el problema que asoló la política chilena hasta 2020: la disminución de la participación desde la introducción del voto voluntario. El hecho de que esta participación comprendiera las tres cuartas partes del electorado cuando el voto era obligatorio y que oscilara entre el 40% y el 50% cuando el voto era voluntario preocupó a todos los medios chilenos progresistas que contemplaban la vuelta al voto obligatorio (incluido Bor). En parte debido a que la participación fue tan baja, el voto en el que se basaron los funcionarios electos fue de alrededor del 25 % del electorado (Piñera fue elegido con el 24 %).
¿Se resolvió esto con la victoria de Boric?
De ninguna manera. Boric recibió solo el 56% del 55% que votó; Eso significa que sigue siendo una minoría notable, alrededor del 27% del electorado total. Pero también ocurre que entre la primera y la segunda vuelta Boric apenas logró atraer una pequeña parte de la abstención. El estudio más sonado, realizado tras las elecciones por la empresa Unholster, que desarrolló un algoritmo que procesa la información de las tablas proporcionadas por el Servicio Electoral de Chile (Servel), muestra que de los nuevos votos que recibió Boric en la segunda vuelta, sólo 28 % de los nuevos votantes renunció a la abstención, mientras que más del 70% provino de quienes votaron por otras fuerzas políticas, principalmente la Concertación (42%), y el 26% (sorpresa) adicionalmente provino del voto del candidato Parisi 5% él pudo ganar entre los que votaron por Kast en la primera vuelta.
Desconoce la dinámica política chilena al creer que estos votos se mantendrán en apoyo al nuevo presidente; Lo más probable es que, después de verse obligados a elegir entre dos candidatos que no les gustan, estas voces regresen a sus tradicionales cabinas políticas. Sobre todo teniendo en cuenta que el equilibrio de poder en la legislatura no es favorable para Boric.
En definitiva, al 27% de minoría adquirido, hay que restarle una parte importante de los votos, que volverán a sus tendencias anteriores, dejando vacilante el voto del propio Boric en torno al 20% del electorado. La amplia base de apoyo que propone y confirma el diario El País (editorial 21/12/2021) es en realidad algo que Boric debe ganar desde su forma de gobierno y no desde la propia plataforma de la que parte, que no es muy diferente de la minoría de presidentes anteriores (alrededor de una cuarta parte del electorado).
De hecho, el problema básico que ha afectado a los líderes democráticos hasta ahora sigue siendo: ¿Por qué más de dos tercios de los chilenos no están interesados en las elecciones de sus funcionarios de gobierno? Los estudios de cultura política en Chile señalan varios segmentos de esta población. Las más numerosas se relacionan con personas que tienen aversión o aversión a la política, actitud heredada del régimen de Pinochet, que aconsejaba a la población a detestar la política. El otro segmento minoritario se refiere a las generaciones que ingresaron a la política desconociendo la dictadura y la transición, y que ahora intentan reemplazar la democracia con la búsqueda de la toma de decisiones colectiva a través del activismo en las calles.
Ahora bien, si es cierto que Boric no está dispuesto a poner en peligro la democracia, deberá enfrentar el desafío estratégico de incorporar de una forma u otra la abstención a la vida política nacional. Y eso nos permite hablar de un país que sigue dividido y parece seguir siendo en gran parte conservador. Intentar atraer al país entre una proporción tan alta de personas que no están interesadas en la política, con el apoyo directo de una minoría, puede crear tensiones insostenibles. Un desafío a nivel sociopolítico que viene acompañado de otro fundamental a nivel socioeconómico: lograr un cambio en el modelo productivo que aumenta la desigualdad pero que aún hace las delicias de una parte importante del empresariado nacional.
Pero para enfrentar estos desafíos estratégicos, un buen punto de partida es no cometer errores al analizar el resultado electoral. Por tanto, es prudente evitar el espejismo de imaginar que el apoyo masivo al nuevo presidente (que cosechó los votos de poco más de la cuarta parte de los votantes) partía del espíritu directo de las protestas de 2019 (aunque se temía). repetición en la mayoría de los votos obtenidos de otros partidos) y únicamente con el apoyo de sus propias fuerzas (si las negociaciones con las fuerzas de la Concertación seguirán siendo decisivas). Habrá que ver qué tan fuerte es este espejismo en los círculos alrededor del nuevo presidente.
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